Miércoles, 24 de Abril del 2024

El día en que un paraguayo silenció el magestuoso estadio Azteca de México.

El 7 de junio de 1986, se jugó uno de los partidos más importantes del Mundial México 86. El seleccionado local, favorito 100 % liderado por el enorme artillero Hugo Sánchez, Pichichi del Real Madrid, enfrentó a Paraguay.

Un estadio Azteca colmado, más de 114 mil pagantes y penal (inventado) para México. La estrella del Real Madrid se encargó de la ejecutación y el arquero paraguayo Roberto Gato Fernández de atajarlo. Por primera vez, el magestuoso estadio quedó en silencio y fue un paraguayo el gran responsable de eso.

El encuentro finalizó 1 a 1, Romerito, Julio César, anotó para el empate.

Pasan los años, pero ese momento, permanece perenne.

Roberto Eladio Fernández Roa, simplemente el Gato. El mismo que en el mítico estadio Nacional de Santiago, también le paró un penal al Cañonero Aravena y Paraguay clasificó a un Mundial tras 28 años. Y fue al Mundial México 86.

El mismo Gato, que en la finalísima de la Copa América 1979, sacó una pelota de gol, del ángulo izquierdo sobre el final del encuentro al ídolo chileno Cazely  y el cero a cero otorgó a la Albirroja el título de campeón de América, por segunda vez en su historia (la primera fue en Lima 1953).

Los recuerdos de ayer son tan vigentes hasta hoy día. No solo lo recordamos aquí en Paraguay, sino también en todo el mundo. 

El México que dijeron:

excelsior.com.mx en su momento memoró:

Era puro drama en el encuentro entre México y Paraguay del Mundial de 1986, celebrado en el Estadio Azteca, cuando fue captado Hugo Sánchez hincado frente al árbitro George Courtney, fotografía que acabó por ilustrar la portada de Excélsior al siguiente día. Momentos antes de esa imagen, el entonces bicampeón de goleo de la liga española se paró frente la portería de Roberto Fernández, echó un vistazo a la grada, puso sus manos en la cintura, viró su mirada al balón y corrió para cobrar el penal que le daría el triunfo a México luego del empate que consiguieran los guaraníes. El portero sudamericano hizo lo contrario: miró a Hugo y “ni se me ocurría voltear a ver a la gente en un Estadio Azteca lleno”.

El paraguayo Roberto Fernández tenía fama de atajar penales. Había jugado en el Espanyol de Barcelona por dos años y antes de enfrentar a Hugo Sánchez había vencido en el duelo de los once pasos a tipos como el brasileño Sócrates, en la Copa América de 1979, y al chileno Jorge Mortero Aravena, en la eliminatoria para llegar a México 86. No miró el portero paraguayo la grada del Estadio Azteca, porque como lo había dicho su entrenador Cayetano Ré, “no era fácil enfrentar al grito de más de 100 mil aficionados”. Eran 114,580, para ser exactos, los que estuvieron en ese partido.

Hugo Sánchez venía al Mundial como la estrella de México, jugador de élite que cosechaba éxitos del otro lado del Atlántico con las playeras del Atlético y del Real Madrid.

En la víspera, parlanchín, había dicho que “no estaré presionado por nada, ni siquiera por estar amonestado. Soy un jugador que puede llegar a la final del campeonato con una amarilla. Sé que una segunda significa estar fuera un partido”.

Por su parte, los paraguayos aceptaron que no había más figura que él para los anfitriones.

“Hugo es el ídolo de México”, mencionó Cayetano Ré en la previa. “Tendremos marca especial sobre él”, agregó el técnico que triunfó en su época de delantero con el Barcelona.

Luis Flores había anotado el 1-0 muy temprano, al minuto tres, pero  Julio César Romero, Romerito para los paraguayos, clavó el empate a uno al 85’.

El delantero sudamericano era uno de los estelares de su equipo, tanto que el técnico había dicho que estaba preocupado porque el atacante tenía gripe un día antes y tal vez no podía enfrentar a los mexicanos. Al final lo hizo.

Según el Periódico de la Vida Nacional, al minuto 89, “Vladimiro Schettina había estrellado su pierna izquierda con la derecha de Hugo dentro del área”, lo que había provocado que el silbante inglés George Courtney marcara el penalti.

Hugo Sánchez, que había sido amonestado al minuto 75, miró a la grada del Estadio Azteca y luego al balón. Parecía concentrado, decidido en vencer al portero de Paraguay.

El Gato Fernández, después, dijo: “Sabía que Hugo Sánchez siempre dispara los penales  a la derecha del portero”.

El bicampeón de goleo de España disparó a la derecha, el arquero desvió al poste y el árbitro silbó el final del partido.

México terminó con un empate a uno, con su estrella suspendida por acumulación de amarillas,  en su segundo partido del Mundial. “Triste realidad”, tituló Excélsior.

No hubo futbol: fue un aserradero

MÉXICO, 7 DE JUNIO DE 1986.- UN penalty por foul sobre Hugo Sánchez -uno de tantos que le atizaron; siempre que iban hacia él, no lo marcaban, sino que le daban un leñazo- puso el drama en su grito más sonoro: fue a los 41 minutos de la segunda parte cuando para México aquello significaba la victoria y, naturalmente, enviaron a Hugo para ejecutarlo. Mientras se situaba ante la mancha blanca lo rondó, molestándolo, un cimarrón llamado Cañete. Por fin se perfiló, la tocó con la izquierda y el balón, que iba casi a media altura, fue desviado ligeramente por el portero Fernández con su mano derecha, dio en la base del poste y así México perdió el triunfo y la oportunidad de llegar a cuatro puntos y calificar pues, como usted lo recuerda gratamente, inició su campaña en este Mundial, el pasado día 3 venciendo a Bélgica por 2-1.

EL héroe del instante era el portero Fernández que, en verdad, se arrojó precisamente hacia donde el balón debería de ser desviado y apenas lo alcanzó. Aunque se trate de Hugo Sánchez, la verdad absoluta es que su tiro fue defectuoso, no tenía potencia y, digamos de paso, que nunca ha existido, ni existirá portero capaz de detener un penalty bien colocado y potente.

Para que el caso sea lamentable, Hugo Sánchez es, en el Madrid, quien dispara los penaltis y cuando falló uno la prensa lo consideró como un suceso increíble. Aquí, en el minuto decisivo no funcionó. Además, dentro de la pelea -que eso fue el partido de ayer- cometió faltas dando lugar a que lo amonestara el árbitro Courtney, de la Gran Bretaña, y conquistó el castigo -quizá sea descanso- de permanecer fuera de juego el próximo 11, frente a Irak.

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